Hoy celebrará el Consejo General Universitario de la UG su sesión más trascendente en la historia de nuestra Máxima Casa de Estudios, pues hoy como nunca de la postura que adopte dependerá el imperio de la verdad como símbolo de libertad y de justicia, o la sumisión ignominiosa a los caprichos de quien se aferra al poder de manera por demás patológica.
A juzgar por las inconsistencias metodológicas que, carentes de sustento y sistematización, han dominado las etapas previas de dictaminación de requisitos para el registro como aspirantes y la inconsistente y subjetiva consulta a la comunidad universitaria, la determinación del pleno del Consejo debiera ser casi de trámite y conformar su propuesta a la Junta Directiva con los nombres de los 4 aspirantes que sí se ajustaron a las reglas generales y condiciones expresas de la convocatoria.
De querer convertirse en filtro dictaminador y descartar perfiles, pretendiendo incluso servir de cadalso o guillotina para agradar lo que parece una obsesiva pretensión del rector general expulsado por recusación, obligaría a este órgano de gobierno universitario a determinar antes una serie de criterios, indicadores o parámetros apegados a los principios integridad, imparcialidad, verdad y justicia que se supone son valores asumidos como vertiente del espíritu y código de ética de la sucesión misma, ya que hacerlo de otra manera sería actuar de forma arbitraria y leonina.
Ahora es de capital importancia que el Consejo le brinde a la Junta Directiva un reporte o informe de las etapas concluidas con estricto apego a la verdad y la legalidad, evitando en todo momento la tentación de sesgar o manipular los hechos para que éste cuente con los elementos y las condiciones pertinentes que le permitan realizar una discriminación justa, que encamine a la Universidad en la ruta de reconciliación preservando la armonía y los valores superiores que de origen le han dado razón y sentido como instancia educativa de nivel superior.
Justo sería que, en el punto medular del análisis y debate, el Consejo General Universitario repasara y trajera a la memoria institucional el legado y patrimonio de Doña Josefa Teresa de Busto y Moya, quien en su generosidad filantrópica forjó el espíritu visionario de dar una institución educativa a la ciudad de Santa Fe de Guanajuato, subsistiendo su sueño de ofrecerle a su comunidad una institución que beneficiara cultural y espiritualmente a la gente de su amada Villa, sin más pretensión que aquella que se sintetiza en la sentencia: “El bien que se haga por la patria se hace en bien de los que más amamos”.
Este día es una buena ocasión para que los integrantes del Honorable Consejo General Universitario actúen enalteciendo el bien superior que la historia les ha encomendado, siendo justos, honestos y fieles a la verdad como principio de la libertad, dejando fuera de la decisión los atavismos maquiavélicos de la obsesión miserable de quien ha pervertido el proceso sucesorio.
La nueva era de la Universidad de Guanajuato debe atraer el espíritu desprendido, generoso, recto, honesto, visionario, emprendedor, impregnado de trascendencia y probidad que le dieron origen en la figura de una mujer de abnegación filantrópica, que le guíe con mano firme en el concierto internacional rescatando el prestigio y brillantez que merece y que tanto anheló Doña Teresa de Busto y Moya. Hoy, si la UG quiere renacer y contar con un perfil idóneo que le lleve a emerger exitosa cual ave fénix en la época convulsiva que nos acosa, debe dirigir su mirada a la Doctora Teresita Rendón Huerta Barrera, mujer íntegra, de amplia e intachable trayectoria que retomando el legado amoroso de aquella que la concibió, le puede llevar a la consumación de su causa final en la formación de las generaciones científicas, intelectuales y humanísticas que la patria demanda con urgencia y con pasión.
El panal debe sumarse a la era de la mujer como piedra angular de superación universal, y que mejor que hacerlo bajo el cobijo de aquella que los griegos consideran “La que es cazadora”, “la que viene con la cosecha”, “la que provee de abundancia” o “la que trae los milagros”: Teresa, Teresita.