Este martes la ciudad de Guanajuato se despertó con una seria humareda, proveniente del incendio del tiradero municipal, elegantemente nombrado Sitio de Disposición Final de Residuos del Municipio de Guanajuato, cuya densidad comenzó a ocasionar malestares o irritación en los ojos y vías respiratorias en pequeña escala. Todo sugería que el evento sería pasajero y controlado, como en otras ocasiones que se ha incendiado este tiradero a cielo abierto, pero su intensidad ha superado la capacidad operativa de la Administración Municipal con secuelas preocupantes.
Tras más de 20 horas de contingencia la emisión de humos, cenizas y gases tóxicos, el Municipio decidió declarar la emergencia ambiental, colapsando incluso sistemas que no se habían visto afectados en anteriores eventualidades por ese motivo, como el sistema educativo, el comercial, el deportivo y otros que por efectos colaterales podrían ser alcanzados por las secuelas de la contaminación aérea.
Con la finalidad de combatir el incendio y sus efectos en la seguridad sanitaria de los habitantes capitalinos, el Municipio en coordinación con la SEG, determinó la suspensión de clases y el cierre de escuelas de la zona afectada, la UG hizo lo propio, así como restricciones al sector comercial prohibiendo la venta de alimentos en vía pública y operación de algunos establecimientos. Mientras tanto la administración municipal ha instruido a varias de sus dependencias para que se sumen a las que ya se encuentran en lugar, como son Bomberos, Protección Civil, Simapag y las concurrentes del Estado, como si no existiera un plan estratégico para el abordaje de contingencias o siniestros.
La situación ha ameritado, aunque de manera tardía, que se constituya en sesión permanente el Consejo Municipal de Protección Civil, así como que el Ayuntamiento sea convocado a sesión nocturna para realizar la Declaratoria de Emergencia y autorice con ello al Municipio el uso de recursos etiquetados cual fondo para desastres o contingencias. Quizá deberían implementarse mecanismos de supervisión y vigilancia más ágiles para la atención inmediata con la aplicación de todo tipo de recursos, evitando hacerlo hasta que literalmente el fuego les llegue a los aparejos y enfrenten situaciones fuera de control.
Cierto que la emergencia amerita la solidaridad y unión de todo actor político, administrativo o social, por lo que ahora no es momento para que los funcionarios o aspirantes políticos a candidatura alguna emitan críticas o descalificaciones, sino la asunción de acciones sinérgicas y más tarde de propuestas correctivas que permiten preveer, innovar, supervisar y evaluar sistemáticamente los riesgos de situaciones similares de manera profesional y comprometida.
Ya vendrán las evaluaciones y deslindes de responsabilidades, la revisión de la pertinencia del atlas de riesgos ciudadanos y sus protocolos de actuación, las estimaciones de pérdidas económicas, la valoración del impacto de las secuelas en los ámbitos afectados de manera colateral y el juicio ciudadano de quienes sólo manipulan la desgracia para beneficio o promoción personal. Dios bendiga a Guanajuato.