Este día, en que conmemoramos la actividad más excelsa y dignificante de la humanidad, para alcanzar su realización y satisfacer sus necesidades más sentidas, resonarán por todos lados los discursos alusivos al esfuerzo que realizan hombres, mujeres, jóvenes e incluso niños para cumplir la sentencia lapidaria del destierro: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!“.
Hoy los políticos alabarán la voluntad, dedicación y sacrificio que todo trabajador y trabajadora realiza, reconociéndoles la noble tarea que cumplen en la construcción del México y el Guanajuato que merecemos. Rememorarán las luchas y las conquistas por la dignificación de tan loable tarea, algunos dignificando el trabajo y la fuerza productiva, el progreso que conlleva, los beneficios que provee y el desarrollo que unidos edificamos; otros, los de pensar izquierdoso, lo enunciarán como la fuerza y el bastión de rebeldía para combatir y socavar al poder del capital, pero todos lo veremos como la enorme oportunidad del acceso a los recursos que proveen los satisfactores del hogar, la sociedad y el impulso evolutivo de nuestro país.
Cierto que este día es altamente significativo por reconocer toda actividad generadora de ingreso, así como de todo esfuerzo por tener una sociedad productiva, una comunidad contributiva a la dinámica de mejora y bienestar general y una población integrada en la sinergia de alcanzar la tan anhelada justicia social, que sigue siendo la ilusión inacabada y el espejismo político de la esperanza.
Hoy se evocarán las grandes luchas obreras, los sacrificios y padecimientos para lograr que este día sea considerado como el Día internacional de los trabajadores, para que hoy sea valorado el trabajo como el motivo y causal del goce de todos los derechos humanos. Pero, asimismo, hoy es un buen pretexto y oportunidad para reflexionar sobre las grandes brechas socio-económicas que prevalecen entre los componentes del sistema laboral o del trabajo, pues la vida digna que debe ser el factor principal al que se aspira como fruto de éste, aún se ve tan distante y extraviado en la utopía social.
Los modelos económicos del mundo, se siguen debatiendo y combatiendo entre el capitalismo rapaz y el socialismo pauperizante y miserable, incapaces de consensuar un modelo equilibrado, conciliador y humanista que disperse de una forma más justa los productos de la combinación del capital y el trabajo, donde no haya unos pocos viviendo en la opulencia y muchísimos viviendo en la línea de la pobreza, el hambre y la necesidad sistemática y constante, sino una sociedad de subsidiariedad efectiva y real.
Ahora que tantos discursos resonarán, bueno sería que todos los aspirantes en campaña, los gobernantes, los políticos, administradores, empresarios y los dueños del poder determinante del orden social, vieran al trabajo y sus ejecutores como aliados y compañeros muy dignos de viaje. Hoy el sueño que todos debiéramos tener es cómo hacer para que la sentencia divina de ganar todo con el sudor de la frente sea una oportunidad para detonar la solidaridad y generosidad humana, antes que una condena predadora de devorarnos los unos a los otros.
Esperemos que hoy no haya discursos huecos y banales, sino el reconocimiento de que el trabajo se debe dignificar, sin salarios miserables, sin pobreza conveniente, sin programas sociales ni ayudas maniqueístas, sino como instrumento de igualdad social, desarrollo familiar, incremento en la calidad de vida y un catalizador entre las adversidades del mundo temporal y el destino místico. Hoy el trabajo debe ser el factor divergente, que transforme la interacción social en el humanismo trascendente que enaltezca la vida terrenal del ser.
Ojalá que hoy escuchemos las propuestas para beneficiar el trabajo y mejorar la vida de los trabajadores, ojalá el sentir femenino de Libia García, Alejandra Reinoso, Alejandra Gutiérrez, la recién incorporada a la lucha por el poder Bárbara Botello o los aspirantes defensores del derecho masculino a participar Erandi Bermúdez y Ricardo Sheffield sea capaz de visualizar al trabajador como persona y no sólo como un voto.