Concluida la segunda fase del proceso sucesorio de la Rectoría General en la Universidad de Guanajuato, aún sin conocer las ponderaciones o criterios en la escala de calificaciones que se le debieron asignar a cada una, todo parece indicar según las circunstancias y especulaciones que la designación de rector o rectora no será tan tersa como debiera ser.
La incertidumbre y sembrado de dudas surge desde que en la primera etapa, cual si fuera un simple trámite material y burocrático, los aspirantes fueron llanamente palomeados y aceptados, sin más especificación de detalles como: si cubre el perfil mínimo y por qué, si es idóneo previa verificación curricular, si cumple los requerimientos con algún grado de satisfacción en criterios como trayectoria o preparación académica, si tiene algún nivel de afinidad con el perfil del rector que necesita la UG de acuerdo con los diagnósticos y pronósticos que la época y circunstancia institucional demandan para ser la Universidad de la nueva era, etc.
Así las cosas, y a reserva de que la Comisión Especial sí cuente con un análisis detallado y evaluado del CV y Proyecto de cada aspirante, el ingreso al proceso y la exposición de propuestas ante la comunidad parece mero requisito normativo sin determinación de criterios, estándares o indicadores de selección concurrentes de un proceso superior, como si la decisión se tomara de manera previa, arbitraria e impositiva y las acciones de las fases componentes del proceso no tuvieran más trascendencia que legitimar la decisión unipersonal de quien ejerce la “autonomía universitaria” con su báculo de mando.
La sucesión universitaria hoy parece salpicada o contaminada de posturas copiadas burdamente del modelo político electoral, de donde alguien elige por dedazo a quien le habrá de suceder, alguien arma previamente la estructura del Consejo General y de la Comisión Especial para asegurar la designación, alguien somete la estructura orgánica para controlar a académicos, directivos, administrativos y estudiantes en torno al apoyo de su preferido o preferida, alguien conforma grupitos de tendencias y porras que ensalcen a su candidato o candidata como si fueran iniciativas espontáneas y naturales; finalmente alguien toma la autonomía entre los dedos y mueve sus hilos para realizar acciones ilegales, desacatar exhortos legislativos, guardar en el cajón recomendaciones de la PRODHEG, retar al aparato jurisdiccional y archivar procedimientos disciplinares de la Comisión de Honor y Justicia Universitaria protegido sutilmente por las sombras del poder acumulado.
Hasta aquí y bajo esa tesitura, todo pareciera navegar sobre aguas tranquilas y relajantes, sin advertir que se comienza a respirar un vientecillo de suspenso y miedo como el vivido en el Titánic antes del hielazo, ambiente que puede derivar en desorden, anarquía y riesgo institucional, en situaciones de impugnación, protesta y judicialización del proceso para designar al Rector General de la UG cual desastre anunciado.
Por esto es que urge que alguien ponga orden y verifique que haya condiciones de transparencia, equidad y pertinencia que garanticen integralmente la legalidad del proceso, antes que perdamos a nuestra Máxima Casa de Estudios por la autonomía secuestrada, por la violación de la verdad legal y académica que atenta contra su trascendental lema “La verdad os hará libres”.
Ante el peligro en que se encuentra la UG, la sociedad guanajuatense, el H. Congreso del estado y el Gobernador no pueden mantenerse ajenos ni indiferentes, pues hay mucho qué perder y el panal podría incendiarse.