Después de casi 59 años de haber sido inaugurada como una hermosa vialidad, que al paso del tiempo se convertiría en uno de los principales atractivos turísticos de esta ciudad capital, hoy la calle subterránea padece los estragos de la negligencia burocrática de las administraciones municipales que, carentes de visión estratégica para la preservación y promoción turística de alto nivel, la siguen condenando al deterioro sistemático.
Ahora la acumulación de desperfectos en la infraestructura hidráulica y el deterioro de la red de drenajes y cañerías que confluyen en los vertederos subterráneos del río subyacente, han hecho crisis en casi toda la extensión de la calle derivando en fetidez ambiental, escurrimientos y posible desgaste de la infraestructura pétrea, lo que implica que las acciones de mantenimiento correctivo demandarán la inversión de cantidades significativas de recursos económicos y altas dosis de voluntad política.
Lamentable que Alejandro Navarro y su Ayuntamiento no vean en la calle subterránea la oportunidad de trascender como políticos visionarios y divergentes, ya que la ejecución de un presupuesto sustantivo que convierta la calle más bonita de la ciudad en una maravilla arquitectónica, sería una inversión trascendente que, bien explotada turísticamente, retribuiría en una recuperación de capitales en el corto plazo.
Teniendo como esposa a una prominente arquitecta y suegro a un ingeniero civil altamente calificado, sería fácil para nuestro presidente municipal imaginar una subterránea libre de malos olores, de infraestructura consolidada, con iluminación de clase mundial, sometida a un programa de recuperación y mantenimiento certificado con estándares internacionales, convertida en un baluarte icónico de atracción mundial, generadora de una derrama económica integral y joya universal de promoción turística.
Hoy la calle subterránea amerita ser rescatada y dignificada, con la participación de inversiones públicas y privadas podría ser una realidad inmediata.